lunes, 19 de octubre de 2009

El gran atajo argentino


El gobernador de Mendoza, Celso Jaque, planteó a principios de este mes su intención de implantar la pena de castración química para los individuos sentenciados por abuso sexual y en conferencia de prensa anunció su idea de conformar por decreto una junta de notables para que lo asesoren sobre el tema.

Lo primero que hay que decir en rigor de verdad es que la medida es impracticable desde lo jurídico dado que los tratados internacionales a los que suscribe el país, como el Pacto de San José de Costa Rica, también la Constitución Nacional misma, prohíben las penas que atenten contra la integridad física del detenido.

Luego lo que sigue es un análisis que estamos obligados a realizar si consideramos que la dignidad es un derecho que no podemos subyugar. Considerar el método de castración química como la solución real y única a los delitos sexuales es además de una mirada simplista del problema, una visión recortada de un tema complejo que revela oportunismo, ignorancia o ambas.

En primer lugar habría que considerar que el abusador es un individuo con una patología que se aloja en el ámbito de la psicología. El placer del abusador no esta sólo asociado con lo sexual si no también con el rol de poder que ejerce sobre la víctima, que es sometida y subyugada aún cuando el acto sexual no haya sido consumado.

Violación no se reduce al abuso sexual si no que el sometimiento de la voluntad de otra persona es una violación en sí mismo y si bien la castración química impide la erección, un abusador puede utilizar otras formas de vejación - incluso sexuales - con una víctima.

En definitiva, lo que este método impide es una reacción física y orgánica pero lo que no logra impedir son los impulsos psicológicos del enfermo.

Quien haya tenido una experiencia cercana a un suceso como este podrá decir que pensar de esta forma implica no haber pasado por una situación de abuso pero tal análisis se escuda en el concepto del derecho a todo que se arroga la víctima por su condición de tal.

Lógico resulta que desde el dolor la víctima pretenda atribuirse el derecho a reclamar las medidas que crea justas para recuperar su estado de paz anterior al abuso, pero por tremendo o terrible que pueda ser del dolor que provoca la experiencia vivida no concede el derecho a determinar penas y castigos.

En esa línea de pensamiento se puede dar entidad y justificar los reclamos de un padre al que le asesinaron un hijo hasta llegar a considerar coherentes los argumentos de Cecilia Pando en reivindicación de una guerra que no existió.

El Gobierno debe garantizar la integridad del conjunto de la población, establecer penas y castigos dentro del marco de un Estado de Derecho en el que la Justicia marca el camino de lo que está y no está permitido.

Este tipo de anuncios altisonantes pero vacíos de contenido son el histórico gran atajo argentino que busca soluciones express cuando una sociedad justa y civilizada se construye en base al esfuerzo, la responsabilidad y la educación.

Si preocupa realmente la problemática de abusos habría que discutir que hacer con un abusador, como se lo trata, si se lo puede o no reinsertar en la sociedad y en caso de que la respuesta sea afirmativa cual es la forma apropiada para que no represente un riesgo al resto de los ciudadanos.

También sería bueno repensar los valores de una sociedad que dirigida al consumo utiliza el sexo como elemento indivisible de la venta de cualquier producto. El show de culos y tetas que nos invade en la televisión sin distinción de horarios, la cantidad de medios gráficos convertidos en books de presentación de nuevas modelos, el auge de las botineras y la divulgación de supuestos videos sexuales como catapultas hacia el olimpo del jet set argentino son un buen comienzo para hacer algún tipo de mea culpa.

No será acaso este un primer paso para entender porque en aparente normalidad proliferan en el universo web páginas de adolescentes en lúdicas posiciones eróticas. Sin embargo, quienes tienen la responsabilidad de conducir optan por el camino fácil que les asegure una imagen recta y severa en lugar de proponer políticas estructurales a mediano y largo plazo.

El oportunismo y la ignorancia le continúan ganando al conocimiento y al esfuerzo; y como sociedad no nos damos cuenta. El General Perón le escribía a Evita hace más de 50 años, preso en la isla Martín García, que “un bruto es peor que un malo”, ¿a quien se refería?.

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